martes, 11 de enero de 2011

ALTRANGATA (DOS VECES BUENO)



No se preocupen, que no me ha dado por comer galletitas saladas como a Bush Jr. (hace tiempo que dejé pasar a mejor vida mis veleidades fascistas y no invado países ni en el Risk). "Altrangata" no significa que haya sufrido un fallo en las tragaderas ni un neologismo en austrohúngaro, sino la mezcla de dos grupos espectaculares de personas (no en vano se dedican al espectáculo): los improvisadores musicales Al Tran Tran y los músicos (no necesariamente improvisados) Alpargata.
Al Tran Tran (foto izquierda) y su espectáculo "Con mallas y a lo loco" llevan ya algún tiempo sobre la escena del teatro Casa de Vacas, en el parque madrileño del Retiro. Jóvenes, entusiastas y capaces de meterse al público en el bolsillo con piezas difícilmente antes vistas sobre un escenario, la mezcla de impro y música (guitarra, bajo, batería y teclados) parte de la interactuación con el público, necesario elemento para que, a través de sus propuestas en los diferentes juegos, eche a rodar la imaginación, el arte sonoro y el humor (a veces delirio) de los componentes de Al Tran Tran.
"Con mallas y a lo loco" permite ver raps perfectamente ejecutados sobre las comilonas (y sus daños digestivos) de Navidad; tangos acerca del amor a Chuck Norris; coros cantando advertencias a los niños para que no vayan hacia "lo jondo" del agua; un psicólogo solucionador de problemas a la guitarra pero al que nadie recompensa por su filantropía y hasta virguerías de "breakdance" a cargo del presentador de todo este fantástico tinglado de seres, que siempre deja una agradable sensación de bienestar. Si su sentido del humor está hecho para "vivir improvisando" (y al paso que vamos la posibilidad contraria sólo quedará para los "entrañables" líderes financiero-monetario-mercantiles o caudillos estilo "gracia de Dios", es decir, seres sin humor alguno), éste es su espectáculo.
Alpargata surge presumiblemente de las fábricas de calzado ligero ilicitanas, y es una banda que suena bien, "tal vez" porque tocan bien. Otra explicación no resulta plausible para explicar el fenómeno (observado ya en anterior ocasión por este cronista en el memorable I Fornicio Festival toboseño) de sacar a bailar durante todo su concierto del pasado viernes, sin sensación de extenuación, a la madrileña Sala Caracol en pleno. El público-feligresía movió los pies entre rumbas y ritmos latinos que pasaban a vibrantes pogos de "ska", elegantemente ejecutados, animados por el sacerdote-chamán, predicador de la palabra verdadera ("La poesía es Dios", "Somos seis mil millones de dioses, seis mil millones de corazones latiendo al unísono") y la sorpresa final del corte de pelo (¿sacrificio?) de Mario Boville, voz y guitarra de la banda. "Performance" que abrió la puerta a una ovación final más que merecida de por sí a un grupo de amplia capacidad de movilización (por gente habida en la sala y por la inducción a mover los pies, los brazos, las piernas y el cuerpo con buena música) y que esperamos recoja pronto el reconocimiento que le corresponde.
Voten "Altrangata" como animal de compañía: es una combinación excelente para sacarse las penas y disfrutar de la música. Y (aunque como vaticinador no se reconocen mis méritos, confíen en los de ellos) si no les conocen hoy o les conocen poco, más temprano que tarde les conocerán bastante más.

lunes, 10 de enero de 2011

(ACURRUCADOS) EL MUNDO ES DIFERENTE (Posibilidades musicales)

Podía ser que sonara "Summertime" en las voces de Ella y Armstrong. Lo desconozco. Estaba dormido. Pero hubiera estado bastante bien y bastante apropiado, y puestos a imaginar, está muy bien imaginar una escena de quietud y serenidad como la que traen las voces profundas de estos dos monstruos del jazz. Sí, un poco clásicos, muy clásicos, admitido, pero aún así impagables. Y lo bueno es despertar así, con un "Summertime tan delicioso, porque estaba hecho a medida para nosotros en aquella mañana calurosa de verano, de rayos filtrándose por las rendijas de la persiana - ¿cómo era eso de Sabina?: "que las persianas corrijan la aurora"- y dibujando rayas de cebra sobre tu cuerpo. Qué tremendo, pensé. Cambio de raza (del blanco al negro) y de especie animal, y todo por milagro de una persiana que no cierra bien. Negra, ay mi negrita suavecita, de piel moteada de luz en el hombro, en las costillas, en las caderas y los muslos. Acurrucada y desnuda por ti me olvido de todo y de la cena, por tus piernas de bailarina de piel trigueña y se me mezclan las canciones en medio de este mundo distinto entre luz tamizada, y me llega Krahe y me llegan los Cánovas, Adolfo, etc.
Vale, es cierto que el verano aquí en la Tierra no es como en el Cielo de la literatura, el cine y las canciones machaconas, donde se induce al pegajoseo de cuerpos (un ejercicio por otro lado recomendable y saludable en cualquier circunstancia). Oh cáspita y recórcholis, detalle ignorado. el efecto colateral del sudor y de la excesiva necesidad de respirar todavía más aun permaneciendo quieto. Pero de vez en cuando la tregua se hace carne y habita, cohabita entre nosotros. Tiemblo un segundo, pero al final y dejándome guiar por las rayas de luz, sinuosidades de caminos en el relieve de tu cuerpo, pongo uno tras otro, hasta alcanzar los cinco, los dedos de mi mano izquierda sobre tu vientre, un poco aproximada a tu ombligo. Siento el efecto de tener cerca, acariciando, con un relámpago de música recorriendo mi espalda, el corazón de madera de la chica de Platero y tú. Y, a la vez, me acuerdo de la foto de Man Ray, la de aquella muchacha del tatuaje con los adornos del chelo en la espalda.
"Eppur si mouve!": de repende, el corazón de madera despierta y cobra vida. Tu mano coge la mía y el verano es sólo una circunstancia temporal, dando por hecho que podría ser 6 de enero, mañana de Reyes, y podría hacer frío entre envoltorios de regalos, como es hoy 25 de julio y hace calor entre prendas sobrantes la noche anterior. Me aproximo a ti y ya no siento más que tu cuerpo de cebra, o de tigresa, en medio de la sábana/sabana para nosotros solos.
Los objetos se desvanecen y difuminan. Desaparecidos en la noche, cobran en la semipenumbra una realidad que parece menos compacta que ayer. Me concentro más que en los rincones del cuarto, en los rincones de tu cara B, tu espalda, la carretera perfectamente trazada que nace y muere de tus nalgas y tu nuca, extraordinaria para recorrer con la punta de los dedos, para perderse fuera de ella, por partes anejas, para esconderse entre los rincones de tu pelo y escuchar el aroma perdido en él, como el secreto de Sara, que tantas noches buscaba El Último de la Fila sobre la piel de su compañera.
Me dio por la música. Es un bonito día de claroscuros, de ojos que me miran dándose la vuelta, grandes para verme mejor o espejito, espejito mágico, qué feliz se es aquí, carajo. No me reprochas haberte despertado -¡esto si que es la fiesta del corcho!- y es como si hubiera tocado otra versión, magistral (virtud del instrumento) de "Summertime", ésta la del Bird, Charlie Parker. El toque de corneta (no malinterpreten), "quinto levanta", se hace inevitable pero más llevadero entrelazando labios, brazos y piernas.
La luz entra ya del todo, rompe el encantamiento, pero no el encanto ("Encantada de conocerte", "Igualmente"). El telón, oh desgracia, se ha levantado para dar inicio a la comedia cotidiana. La vida real, a la bajada de bandera, de persiana, a la caída de la noche y de los siete velos, continuará entonces. Y es que acurrucados (Celtas Cortos dixit) es cuando se hace real el mundo diferente.

sábado, 8 de enero de 2011

TRES MANERAS DE VOLCAR... EL CONFORMISMO

Como modo de conjurar el riesgo (posible, pero tampoco para echarse a los brazos de los jinetes del Apocalipsis) leer un libro con este título en un ferry entre Barcelona y Ciutadella (Menorca) puede inducir a considerarte un lunático asustador de damas hinchadas de susto y biodramina (o de damos), o incluso a que estés realizando, sobre la marcha, un cursillo rápido de terrorismo naval.
Pero, nada de eso. Chris Stewart, su multifacético autor, cocinero (antes que fraile), batería del primer disco de Genesis, esquilador de ovejas, rehabilitador de cortijos alpujarreños y patrón de barcos, experiencia que nos relata aquí, es, sobre todo, y tal como reza el subtítulo de su obra "Entre limones", un auténtico optimista. Tanto que en "Tres maneras de volcar..." se decide a dar un giro a su vida aceptando el patronaje de un velero por las islas griegas confiado en sus posibilidades... algo que viene de perlas cuando no se tiene idea alguna de pilotar barcos. A partir de ese momento, comenzará para Chris una desternillante y a la vez embriagadora aventura para aprender desde los conceptos (que parecen descritos a la vez en inglés, esperanto y suahili) hasta el manejo, en la práctica, de un barco por las aguas del Atlántico norte, que como fogueo le resultarán mucho más correosas de manejar que las del Mediterráneo oriental.
Tras su etapa (no exenta de sobresaltos) a los mandos del velero sin sumergirlo en las profundidades azul turquesa de Spetses, en la segunda parte nos encontramos con un Stewart enrolado en una aventura más peligrosa: la travesía desde Gran Bretaña hasta las costas de Canadá, surcando la ruta seguida por los primeros vikingos que llegaron a las costas americanas, capitaneados por Eric el Rojo. Una descripción de la dureza, del vértigo y del trabajo en equipo en medio del frío hace que el humor tenga una menor presencia, dejando mayor peso a las descripciones de un viaje y un entorno sobrecogedores y fascinantes. De todos modos, hay momentos memorables para la carcajada, como la minuciosa descripción de los diferentes pasos que un tripulante varón debe ejecutar para orinar (a no ser que quiera ir dejando el baño hecho una porquería a base de ir repitiendo la operación varias veces al día junto con el resto de los de su género) en medio de la oscuridad, del frío, de mil capas de ropa (y de cremalleras), sin hacérselo encima y sin caer al agua desde la barandilla de la embarcación.
El gusto por la anécdota, el humor fino y entrañable de este bendito inglés, su decidida apuesta por correr el riesgo de salir adelante, y de vivir para contarlo (pese a los sustos que por esta causa le da a su mujer), hacen que Stewart, actualmente afincado en Órgiva (Granada), se haya convertido en un narrador imprescindible. Olvídense de académicos presuntuosos con mando en plaza que consideran hombretones a quienes no lloran en las despedidas y que consideran hijoputas por igual a héroes y villanos. Stewart y sus maneras de vivir nos hacen a todos más felices y nos ayudan a desterrar el miedo a volar, a volcar y a equivocarnos.

miércoles, 5 de enero de 2011

DANCE YOUR DANCE FOR ME (Relato isleño)

-Yo les puedo contar como ocurrió.
Estaban levantando el cuerpo. Blanco, frío, labios amoratados cubiertos de arena fina y cristalito diminutos de sal, que dibujaban una enigmática y satisfecha sonrisa. Era joven, apenas recién salido de la adolescencia. Edad lo suficientemente corta como para dejar el trauma en sus padres, en Albert y Joana, que contemplaban la escena temblorosos de llanto, y en la isla entera, nada acostumbrada a este tipo de shocks.
No había signos de violencia, de drogas, de asfixia. Su corazón había dejado de latir como se detiene un reloj al que se la ha terminado la cuerda y con él, como se para el mecanismo de un autómata, lento, despreocupado, el resto del cuerpo dejó de funcionar, de presenciar el espectáculo contumaz de una vida demasiado cruel con él.
-La vida no estaba hecha a la altura de sus sueños.
-¿De qué está hablando?
-Es la verdad. Se había inventado una fantasía para la que nuestra crueldad era demasiado dura, despiadada, sin asomo de humanismo. Era consciente de la maldad, pero no se imaginaba que ya no existieran almas gemelas para él, alguien noble. Le habían enseñado que el futuro sería ganar terreno de los que, como él, tenían un corazón distinto a los corrompidos por las ansias materiales. Por los que usan las malas artes, las apariencias y el engaño.
-¿Acaso piensa que se suicidó o que estaba en una secta de esas que inducen a ello?
-No. Si es que puede decirse que ha muerto, lo que realmente lo mató fue demasiado cristianismo y demasiada filosofía kantiana. O la pura realidad.
Quien así hablaba era un viejo pintor isleño. Había llegado hacía ya tiempo del continente, en la época de los viajeros colgados, aventureros hippies que desconectaron del mundo en aquel rincón que apenas conservaba algunos breves espacios del paraíso que fue entonces. Un pequeño bote pesquero y una casilla para el correo en una pensión, donde desde hace más de treinta años recibía su cartas, eran su lugar de vida. Escepticismo, bonhomía, una jocosidad controlada por momentos serios y un conocimiento casi enciclopédico y fabulador le acompañaban como la piel tostada, las manos manchadas de restos de pintura y una barba entrecana de lobo de mar.
-Conozco a otros que se marcharon así. Todos, al final, lo hacen por lo mismo. También mi hijo, y usted lo sabe bien, comisario.
Era verdad. El comisario de policía de la isla, hace algunos años, detuvo al viejo pintor por el homicidio de su hijo, al que encontraron muerto en las mismas circunstancias en que hoy encontraban al muchacho. La autopsia había revelado signos de violencia por una pelea en que se había visto envuelto aquella noche. Unos golpes, nada más. Y dado que el viejo conocía la historia como hoy conoce ésta, se convirtió en el principal sospechoso para el comisario. El revelado de unas fotografías, tomadas por el viejo, del hijo del pintor danzando en la orilla de la playa -esta misma playa- con una misteriosa joven a la misma hora en que la autopsia revelaba su muerte del desencajaban toda la versión de la policía. El hijo del pintor estaba vivo, pero en otra parte, en otra dimensión, en otro ¿mundo?
-¿Bailando? ¿Con una joven? ¿Se hbía convertido en un fantasma? -intervino con pavor la madre del chico.
-Dudo que se trate de un fantasma que quiera aparecerse entre nosotros, señora, tal como nos imaginamos a los fantasmas comunes y corrientes.
-¿Pero qué broma es ésta? -bramó el padre - ¿Es que se han vuelto todos locos?
-Será mejor que hablemos en comisaria -y añadió, en referencia a Albert y Joana-. Los dos muchachos, que vengan también.
Albert y Joana eran los dos mejores amigos del chico. Procedían de la misma ciudad, y su familia, como la de él, pasaban el verano en la isla. Últimamente, sin embargo, su amistad se había enfriado por la actitud taciturna de este último.
-Hablaba de incomprensión -relataba Joana-, de estarse ahogando, de querer romper con su vida. Era raro, era como si estuviera cansado, fatigado. Daba la sensación de que el tiempo se le hubiera echado encima y ya no le quedara apenas. Y, al mismo tiempo, desde no hace mucho s mostraba tranquilo. Decía que necesitaba algo diferente, y que aquí simplemente no le cabía sino la decepción porque las cosas no cambiarían. Se ponía a escribir como si quisiera dejar un testamento -y notó como se le fomaba un nudo en el estómago al pronunciar la palabra "testamento".
-Eran escritos ininteligibles -prosiguió su hermano- como si formulara esbozos de ideas sin conexión. Al principio pensamos que le estaba afectando algún tipo de droga, algún fármaco, pero no es así, ahí lo demuestra el test de tóxicos -comentó al comisario, en referencia a la autopsia-. Le hablábamos de colaborar en ONG's, de meterse en política, de participar en algún ateneo, de corregir y publicar lo que escribía, pero... se negaba en rotundo. Decía que nada de lo real merecía la pena. Y que se estaba preparando para un viaje.
-¿Pensábais en que podía suicidarse?
-Al oírle hablar así, lo imaginábamos, pero...
-¡¿Y cómo no nos dijisteis nada?! -chilló la madre.
-¿Cómo podíamos probarlo? Podía referirse a un viaje a la India, al Tíbet o a cualquier monasterio místico del mundo, fuera sufí, budista o cristiano. Él siempre había sido un chico vital, alegre...
-Ya sabemos que lo era -intervino el padre, sorprendido de cómo se habían acostumbrado, casi de inmediato, a usar el pasado.
-¿Cómo era su relación con los amigos? ¿Tenía a alguien más aparte de vosotros?
-Sí, pero sólo mantenía una relación estrecha con Albert y conmigo. No tenía muchos, y casi siempre le costaba encontrar gente que le entendiera, que comprendiera sus gustos, su humor o sus inquietudes. En realidad nosotros tres éramos los que estábamos más unidos porque no solemos fijarnos en ciertas chorradas que al resto le parecen de lo más fascinantes.
-¿Por ejemplo?
-El último o la última cantante de moda y su último videoclip...
-El último modelo de móvil o las novedades acerca del reality show que arrasa...
-Entiendo -afirmó el comisario-. Creo que estamos ante un caso como...
-Como el de mi hijo.
-Y como el de aquella chica griega. Los italianos aquellos, creo que de Brindisi...
-Con este muchacho, es ya el quinto que se marcha.
-¿Cómo se marcha?
-Bueno -habló el viejo-, marcharse, nos marchamos todos, eso es seguro. ¿Adónde? Depende de si queremos creer o no en realidades después de la muerte y en si esto ha sido o no una muerte usual. En los cuatro casos anteriores, los signos han sido los mismos: unas caras satisfechas, una muerte que no ha generado espasmos, daños físicos internos ni externos. Fue como si hubieran entrado en un letargo imposible, profundo; como si se hubieran convertido en juguetes rotos que nos recuerdan algo, desasosegadamente, la cuenta pendiente de por qué no les damos cuerda o no les ponemos baterías. Un aviso. Su satisfacción por habernos dejado con nuestro dolor, nuestra angustia y nuestros conflictos nos hace pensar: ellos no han cumplido una voluntad divina, han muerto jóvenes, por propia voluntad y han pasado a una vida mejor, a una utopía particular de hombres y mujeres buenos. ¿Qué hicimos para que nos abandonaran anticipadamente? ¿Qué tiene de aberrante esta vida para que se hayan ido así? ¿Qué debemos modificar para acabar con huidas como éstas?
-¿Que fue lo que tú viste, pintor? -preguntó el comisario.
-Fue curioso. Ha sido la segunda vez que he presenciado una despedida así del mundo. No sé por qué, volví a poner el ancla en aquella playa. Pudiera ser por nostalgia o por casualidad, aunque si fue por casualidad, recuerdo que luego pensé: "qué extraño, otra vez aquí". Y el chico, su hijo, fue como si mi muchacho volviese a estar presente de nuevo, como aquella noche.
Vi su silueta en la lejanía. Con el teleobjetivo, acerqué mi mirada para verle mejor. Moreno, pelo rizado, delgado y fibroso, era casi como un retrato de mi chico, pero no era él. Fumó un cigarrillo y apareció la muchacha misteriosa. Nunca la he visto salvo en estas dos ocasiones y nadie en la isla la ha visto jamás. Y una isla como ésta no es tan grande como para ocultarse todo el tiempo ni es sencillo salir de ella sin ser visto.
Misteriosa. Y fascinante a la vez, se parecía, aunque con rasgos propios, a la de los murales heavys que se inspiran en la mitología nórdica: un cabello largo y rubio, ojos profundos que imagino azules, azul turquesa como estas aguas, bien proporcionada, un rostro bello y un aire mediterráneo en su piel trigueña, su vestido de aire oriental y una corona de florecillas en el pelo.
Se miraron largo rato, tomándose de las manos. Sólo las estrellas y yo como testigos, y es raro, porque esta playa en verano es de las favoritas para las parejas, ya me entienden. Pero sólo ellos. Se abrazaron, bailando descalzos sobre la arena, sin música. La sentirían dentro de sí mismos, echando a rodar como un par de peonzas risueñas. Tenían una risa que se contagiaba, y su ánimo no se perdía a pesar de que, a cada vuelta, se iban caminando, introduciéndose cada vez más en el agua. No había remedio. "Como aquella noche", pensé. Y en un momento, cuando el agua les cubría hasta el tórax y se les pegaba a los cuerpos, desaparecieron sumidos por las aguas mientras se besaban hermosa y prolongadamente.
-¿Y usted no hizo nada para sacarlos?
-Les contaré lo que pasó cuando lo de mi hijo: fue igual, y tratar de buscarle fue inútil. Cuando le vi hundirse acompañado de la joven, recorrí todo lo que pude con el barco hasta que, al final, provisto de una linterna, me lancé al agua creyendo que serviría de algo. Pero sólo había un remolino de arena y peces. Cuando se serenó el agua, nada. Ni cuerpos, ni ropas, ni nada más allá de algas, vegetación subacuática y peces y una corona de flores flotando en la superficie. El cuerpo de mi hijo, solitario y feliz, no apareció hasta la mañana. ¿De qué iba a servir lanzarse al agua en esta ocasión?
-No hay quien les crea, ¿me oyen? -rugió el padre- ¡Todo lo que cuentan es una patraña! ¡Pediré una segunda autopsia!
-Dará los mismos resultados. Siempre los ha dado -dijo el comisario, encogiéndose de hombros.
-¡Están ustedes locos! ¡Esta isla es de locos!
-Cálmese...
-¿Que me calme? ¡Están encubriendo a una criminal! ¿Dónde está esa rubia maldita, esa hippy de mierda?
Se hizo un silencio prolongado, helador.
-Usted no podrá contactar con ella. Tal vez estos chicos -comentó el comisario, señalando a Joana y Albert.
-¿Nosotros? -preguntaron, sorprendidos
-No hay garantías, y es un riesgo a afrontar, teniendo en cuenta los casos anteriores...
Los hermanos se miraron y miraron a los estupefactos padres de su amigo, quienes salieron del despacho dando un portazo -"¡Nos veremos en los tribunales, asesinos, lunáticos!"-. Sonrieron y se cogieron la mano:
-Dénnos un tiempo.
-Sólo depende de vosotros, y si así lo queréis, adelante.
Salieron. El comisario sirvió al pintor un vaso de vino.
-Cosecha propia. Isleña.
-Con sumo gusto.
El comisario miró a través de la ventana la bulliciosa mañana de mercado de la ciudad vieja. La isla volvía, con la intensidad del sol, de su horizonte de pinos y sabins y su aroma de mar y pescado servido al gusto en las cantinas, a su ciclo de vida.
-¿Tanto se parecía?
-¿Cómo?
-El chico, ¿tanto se parecía?
-Oh, sí, ¿usted no lo cree?
-No, no es eso, pero, díme pintor: ¿tu crees en la reencarnación?
En la radio, King Crimson tocaba "Formentera Lady/dance your dance for me..."

martes, 4 de enero de 2011

SOY REPUBLICANO PORQUE SOY ESPAÑOL

Un español no necesita para definirse exteriorizar su sentimiento nacional a través de la más tópica simbología. Partiendo de esta base, a mi parecer elemental, creo necesario añadir que están equivocados quienes mandaron sus diatribas en forma de SMS al Especial Informativo de la cadena Intereconomía el pasado día 19, diciendo que los manifestantes contra el Pacto del Euro no representaban a nadie porque no portaban banderas españolas. Esto se destacaba en la sección de la que diariamente se encarga Roberto Enríquez, “Visto/Dicho/Oído”, en el rotativo “Público”.
Se equivocan porque quienes estuvimos allí ejercíamos nuestra propia y personal representación, lo cual ya era bastante y suponía una amplia diferencia con respecto a aquellos ciudadanos pasivos que consideran a la democracia como el simple ejercicio del voto en las elecciones y no como una lucha y reivindicación cotidiana. La calle, como espacio público y cotidiano, es algo más que el simple lugar físico donde se encuentran las tiendas, los locales de ocio y el colegio electoral donde, más que elegir representantes, cada vez más se está asemejando a un producto más de consumo y se entregan cheques en blanco.
Nuestra salida a la rúa, donde algunos ya estamos presentes por razón de desempleo, se hacía además en más de una ocasión en representación de otras personas, familiares mayores o menores que nosotros que, por edad y/o condición, no podían acudir pero nos pedían, en ocasiones con emocionado y hasta patriótico coraje, “más patriótico que el de sus adversarios”, como diría Machado en su “Juan de Mairena”, que estuviéramos allí.
Y se equivocan también por otro motivo: sí había banderas españolas. No eran muy numerosas, pero sí había algunas. Ikurriñas vascas, senyeras del País Valenciano y de Cataluña, blanquiazules gallegas o las legendarias moradas de Castilla son banderas españolas hasta que se demuestre lo contrario; esto es, la independencia de estas nacionalidades históricas de España, un hecho que no deseo pero que, si se consuma por voluntad popular, no podré objetar por esa suprema razón. Ni que decir tiene que también podían verse tricolores republicanas, representativas del país que fuimos y contra las que, tanto como contra el régimen y su gobierno legítimos, se alzaron unos militares verdaderamente sediciosos a quienes hoy disculpan estas luminarias de columnistas y voceros mediáticos de la Patria. Hoy, al contrario de lo que hacen para sostener su tesis de defensa de aquel golpe de estado desencadenador de una guerra atroz, contraponen votos y asistentes a manifestaciones para restar legitimidad al 15-M como si este movimiento fuera un movimiento golpista. No lo hacen, sin embargo, para comparar cuántos eran los que se postulaban por el otro “movimiento” (el nacional, es decir, el rebelde antirrepublicano) y cuántos lo combatían.
No sólo los votantes del Frente Popular de ayer, sino los defensores de la República, aun conservadores (algo que no cabe en las obtusas mentes de estos seres) eran, como son quienes piden una democracia real (entiéndase real como efectiva), mucho más patrióticos que los que se llenan la boca con el “¡Viva España!”. Y todo ello sin necesidad de mentar la palabra España (o Francia, o Portugal, o Italia, o Cataluña, o Euskadi, o Vietnam). Lo fue Vicente Rojo con su catolicismo y Julio Mangada con su esperantismo. Lo fue Zugazagoitia denunciando los crímenes de la zona republicana y un Companys tan catalán como emocionado con el labriego manchego que gritó “¡Viva Gassol!” al paso del tren que trasladaba a los consejeros de la Generalitat tras su cautiverio de 1.934.
Mejores españoles en cuanto a que mejores personas, más trabajadoras por su pueblo y más honestas, pese a ser republicanos de una República frustrada, que los salvapatrias del general Franco, firmante de sentencias de muerte con el chocolate y los picatostes del desayuno; o el general Mola, arrasador hasta los cimientos de capitales de “bolcheviques separatistas”, como él denominaba a la ciudad de Bilbao; el general Queipo de Llano, que exhortaba a la violación de “rojas” para demostrar a estas mujeres “lo que era ser hombre” o del supuesto científico y psiquiatra Vallejo Nájera que planeó el secuestro de los hijos de aquellas.
Quédense los mensajeros de Intereconomía y demás ultras con la rojigualda reinstaurada y con el rey delante del cual “no se habla mal de Franco” (palabra de Borbón, transmitida como una campechanía más por los fieles cronistas palaciegos Pilar Urbano y Jaime Peñafiel). Y conste que no me represento aquí más que a mí mismo, aunque acudo con gratitud y emoción a las concentraciones que convoca el 15-M. Vuelvo a citar a Machado finalizando esta disertación con el recuerdo de su recomendación: pongámonos al lado del pueblo, que es el lado de España, aunque ostente los lemas más abstractos. Es por eso que, como hombre popular, soy español. Y por eso, como español, también soy republicano.

UN PEQUEÑO FRASCO DE ESENCIAS: EL SUEÑO DE IBIZA

Las esencias se encuentran en frascos pequeños. Y, pese a lo que pudiera extraerse del título de este filme, no se trata del perfume promocionado por una famosa revista masculina. Hay pocos lugares que, siendo de limitada extensión, resulten tan evocadores como pequeño es su tamaño. Frente al gigantismo literario y cinematográfico de urbes como Nueva York, Londres o París, las islas esconden un secreto encanto ha atraído a artistas del más variado pelaje: Gaugin abandonó la Ille-de-France, tan lejos del mar, para vivir arrebatado por el embrujo de la Polinesia; Lord Byron y Gerard Durrell conocieron las posibilidades de las islas griegas, donde, asimismo, Safo de Lesbos dio fama, varios siglos antes, a la poesía amorosa y al amor entre mujeres; King Crimson, por su lado, convirtió en leyenda rockera a la isla balear de Formentera y a una amante oscura, danzante y onírica digna del sueño del que hablamos.
Partiendo, pues, de este singular encanto, Igor Fioravanti nos regala "El sueño de Ibiza", una fábula de amistad, sueños, arrebatadora vida y vida arrebatada construida en torno a tres amigos de infancia, Chica, Nacho y Carlos, interpretados por Adriana Domínguez, Adrià Collado y Paco Marín (ver cartel). Los tres se encuentran en una encrucijada vital, y la decisión que tomen en ese momento reorientará sus vidas y su futuro hacia caminos inesperados. Pese a su transformación personal y los conflictos derivados de ella, su amistad seguirá en pie: una lealtad a toda prueba pese al dramático giro que toman los acontecimientos.
Ibiza, a veces tópica, otras cotidiana, otras como un mágico fondo de asombro, luz, paisajes increíbles y entrañables personajes sacados de épocas gloriosas, ve transcurrir esta historia donde el presente y la nostalgia, el amor y la ira, la palabra y la imagen, el silencio y el ruido, el bullicio y la soledad se entremezclan en contradicciones que reflejan la vida misma.
No se dejen llevar por la fidelidad absoluta a la realidad. Déjense llevar por los detalles oníricos, crean en el psicotrópico detalle del mensajero del destino disfrazado de cartero o con la llamada a las puertas del cielo y del infierno sobre la cabeza difuminada de Carlos (Paco Marín). La vida, como en el drama de Lope, es sueño. Esta fábula, que cada cual, de acuerdo con su propio sentimiento, su momento vital, su necesidad o su identificación con los extraordinarios actores y sus papeles, no sería tal sin esos efectos -a veces, singularmente sacados de Matrix- que nos hacen sentir como niños ante la fascinación de un cuento. Y ahí, sin artificios, casi táctil, el mar, el sol, las higueras, la tierra, las paredes blancas... el mayor sueño(pesadilla, más bien), es pensar que Ibiza no existe más que en una colonia para regalo.

lunes, 3 de enero de 2011

LA BUENA NUEVA: SORDERAS TERRENALES

Filmada por Helena Taberna y siendo ésta, según plabras de la propia directora, una interpretación libre de la historia de un pariente suyo, párroco de la población navarra de Alsasua durante la guerra de España, "La buena nueva" me trajo el recuerdo del reciente álbum de Barricada, "La tierra está sorda". Y lo que es peor: si ante filmes como éste, volvemos a girar la cabeza con desdén y decimos, "otra película sobre la guerra civil" no es que la tierra esté sorda: es que nos hemos vuelto ciegos con una enfermedad de ceguera peor que la del ensayo de Saramago.
"La buena nueva" nos cuenta un episodio de dolor y soledad en medio de la angustia del conflicto. Es el dolor y la soledad de un párroco (Unax Ugalde) llegado al pueblo días antes de la rebelión militar. Enfrentado a las nuevas autoridades, a los fusilamientos masivos y la represión generalizada en un pueblo de ideas socialistas donde no hubo guerra, sino que triunfó desde el principio la victoriosa "Cruzada Nacional" contra los "enemigos de Dios", sólo encuentra consuelo en ayudar, siguiendo los principios de lo que él cree es el Evangelio, a los indefensos de aquellos días, arriesgando su vida, entre la incomprensión del obispado y la cada vez más estrecha amistad con la maestra de la localidad (Bárbara Goenaga), cuyo marido (Willy Toledo) fue asesinado tras huir al monte en los primeros días de la sublevación.
Y, sí, estamos ante un nuevo filme ideológico, de otra maldita película sobre la guerra civil. Generalmente, este tipo de afirmaciones lo realizan quienes toman como referencia cinematográfica de aquellos años "Sin novedad en el Alcázar" o "La fiel infantería" e incluso "Raza", guionizada por el "Generalísimo", o directamente pasan de todo (¿por influencia en demasía de los anteriores?). No suele pasar esto con películas como "La lista de Schindler" o "Sophie Scholl", que cuentan, aunque desde diferentes ópticas, el funcionamiento del terror nazi. Naturalmente, también se dirá que estamos haciendo una distinción "buenos-malos" en lo que respecta a nuestro conflicto y que no se ha hecho ningún filme (¿y los otros tres antes citados?) sobre lo malos que fueron los "rojos". No es que no se hayan hecho: es que son feos, mal guionizados y torticeros. Y pecan de una cosa más para que no sean recomendados desde aquí: la maquinaria de violencia en la zona republicana se desató a consecuencia del golpe de Estado que fracasó (o triunfó) parcialmente y trató de ser atajada legalmente; la maquinaria de violencia en la zona rebelde o "nacional" era un objetivo perseguido en el propio golpe de Estado hubiera o no guerra y fue bendecida legalmente (vía BOE) y por la propia Iglesia a la que aquí se la pone como quedó, como un trapo.
"Los vencedores son los que escriben la Historia. Es forzoso, por tanto, que exista otra Historia", escribió precisamente uno de ellos, Josep Fontana. "La buena nueva" enseña esa otra cara, la "cara B" de la Historia que permanece escondida entre la oficial y oficiosa de buenos y malos contada del revés, de reparto de culpas y de responsabilidades por un delito que no debió perpetrarse jamás. Y lo hace con un sentimiento general que impregna en todo momento al espectador, que le atrapa, le sobrecoge y le fascina de un modo conmovedor y emocionante, resumido en una frase que aterradoramente nos recuerda nuestra responsabilidad con los represaliados, dicha por el personaje interpretado por Ugalde: "Nadie puede devolverles la vida, pero podemos impedir que los maten otra vez con el olvido". Esta película sirve para que, mediante esta poética humana de la tragedia y la dignidad, la historia (y la Historia) que aquí se narran no caigan en el olvido. Para que dejemos de estar sordos, ciegos y, sobre todo, mudos.

ACLARACIÓN

Hay un tipo/a extrañamente "gracioso/a" que tiene o tenía un blog con semejante nombre a éste, pero sin el artículo "EL" delante. Lo curioso es que los técnicos/as de Blogspot.com, seres entrañables en cualquier caso (imagino), asignan mi cuenta de correo, y por añadidura la autoría de las entradas del mismo a quien esto escribe.
Como de momento esta bitácora la habrán visto cuatro personas mal contadas, y la dirección del blog, aparte de ser distinta, no tiene que ver nada en su contenido, dejo aquí constancia para su conveniente aclaración.

ELÉCTRICO AMARELO(Magia de amor en Lisboa)

Como incierta luminaria, el farol daba un aire irreal a la calzada de São Francisco. Intento recordar, sin éxito, el color de la pared en medio del silencio imperfecto de la noche, pintada de verde oscuro entre la enredadera del muro y la madera verde de aquel viejo banco. Seguro que es amarilla, me digo, de ese amarillo pálido y desvaído con que los colores se dulcifican con el paso del tiempo y la decadencia, de la belleza que contienen los materiales ajados.
La gente de aquí es como la decadencia de esa pared, hecha de un resquebrajado algodonoso. No agrede al oído o a la vista su voz, su acento o su actitud, como no agrede la luz de ese farol ni la de su sol. Es curioso. El sol de esta ciudad te calienta, te enrojece la piel sin darte cuenta, poco a poco, sintiendo su calidez agradable y delicada. Todo es de una serenidad asombrosa, de una parsimonia casi irritante para un español. Hasta el fado, mortuorio a veces, triste otras, otras alegre en su melancolía, es una música tan grande y contagiosa en su sentimiento que la bebes como agua fresca, para morir envenenado en su dolor profundo y fascinante.
¿Cómo fue encontrarte?Lejos, tan asombrosamente lejos, a la luz oscura de una noche sin tiempo. Era silencio y verano y correteaban los niños calles del Chiado abajo, bajando cuestas como correteaban las notas de aquel "Eléctrico amarelo" saliendo de tu boca. Era una noche de Barrio Alto, típica, con extranjeros perdidos de todo, humo, gente en la calle, bares llenos, de toda condición, entre hilos líquidos correteando entre las piedras del irregular suelo portugués.
Ojos negros, piel canela y tirabuzones morenos graciosamente dibujados sobre tus hombros, tapando a veces tu rostro de emotividad vibrante. Envuelta en un mantón y entre un velo de humo expectante, sentado a una mesa del fondo, buscaba tus ojos entre las ondas expansivas de mil diferentes sentimientos para dirigirte el mío, el único y más sincero de todos los sentimientos que pudiera expresar nunca.
Fingías no creerme. ¿Quién podría hacerlo, si ya te parecía una locura que hubiera entrado y salido, por Vila Real y Badajoz, por Elvas y Ayamonte, por Valença y Fuentes de Oñoro, por Castro Marim y Tuy, y por los puertos de Faro, Funchal, Oporto y esta misma Lisboa esperando escucharte, esperando decirte, esperando quererte? Ya llegué a pensar que no existías y que nunca nadie había cantado lo que alguna vez, de forma precisa y preciosa, escuché en tu voz. Pero seguía, casi por rutina, visitando casas de fado, tabernas portuarias, y apreciando en el vino verde el sabor de una derrota amarga y placentera a la vez.
Emocionado como nadie, lloré hasta la última lágrima, mi carne de gallina, sintiendo como nunca hice jamás el "Povo que lavas no rio", que, como clavel punzado en daga malhiriente, se mete hasta dentro del corazón. ¿Quién me dio fuerza para esperar y decirte que estoy hecho a imagen y semejanza tuya? No, no supe cómo aguanté, pero lo hice a base de sobrehumana fuerza, hasta el final de tu concierto, y hasta yo me asombro, como se asombra cualquiera al encontrar, desvencijado y renqueante, el tranvía amarillo surcando el océano de calles.
Lo tomamos juntos como dos soñadores, como dos noctámbulos buscando una carroza libre para pasear por una ciudad solitaria, fantasmal y mágica a la vez. Fue entre botellas lanzadas a nuestros mares pofundos con un mensaje oculto en ellas. Se hizo una pequeña luz de fanal cuando recogiste mi anzuelo, tanto tiempo después de que, mordido yo el tuyo, danzara con él entre los dientes de una parte a otra en tu busca. Buscando y buscando lo que auguraban extraños sólo iba a ser una fantasía, una quimera, un producto imaginado que nunca más volvería a ponerse en marcha.
Señuelo, señal, un descubrimiento y un tranvía caminando apasionado en nuestras almas, un tranvía llamado deseo al galope, "eléctrico amarelo" que abraza y circunda la ciudad, y de repente son tus manos, son mis manos, circulando sobre mi camisa y tu falda. Cae un cinturón, cae el tirante de un vestido y la historia da una vuelta entera, el mundo comienza de nuevo entre dos cuerpos desnudos, sin miedo y sin vergüenza, bajo la sombra de un farol, a la luz de un tranvía que rodea mi alma y cuerpo, tu cuerpo y alma, en una carrera donde el tiempo se detiene y, como la música, se mueve sólo para el goce y la plenitud.

domingo, 2 de enero de 2011

FELIZ AÑO NUEVO

Bueno, ¿acaso es posible? Acabo de empezar un blog y ya me he encontrado con la primera dificultad: ¡no tiene el Garamond como tipo de letra! Empezamos bien el año: no dejan fumar en ningún bar, sube casi todo de precio y en los blogs no se deja escribir con la letra más elegante.
Vale, tampoco es que sea un sibarita de los tipos de letra, y menos un fetichista, pero que no tenga el Garamond, ¡por favor!, ¿qué será lo próximo? ¿Establecer la letra esa graciosita, cómo se llama, esa que parece de cómic y te la cuelan en todas las invitaciones de cumpleaños infantiles, como obligatoria? ¡Esa, la Comic Sans! A este paso, no si ya lo decía yo, que estamos creando una generación de degenerados que se la menearán todo el rato por culpa de zorras repugnantes que se meten a consejeras autonómicas y... un momento, esto no lo decía yo, esto era de, ¿de el señor que huele a vino, ese del SLQH? Bueno, puede que no fuera de él, pero hay que estar muy mamado para relacionar una cosa con otra. O tal vez sea cosa mía, que veo demasiada tele, y mis neuronas entre la lectura y la adopción de un modo de vida bukowskiano y la visión, aunque sea por risa, de un modo de televisión mussoliniano, me está afectando demasiado seriamente.
¿Qué exagero? No, no lo creo, cualquier día podemos encontrarnos, por potentes y destructivas ondas subterfúgicas (que no sé si existen, creo que quería decir ultrasónicas o infrarrojas...) con punkarras de toda la vida diciendo (¡oh cielos!) "yo no soy racista, tú lo sabes, pero..." y a hippys de siempre abjurando de sus más estrictos principios comprando en Zara. Esperemos que todo esto sólo sea producto de mi calenturiente mente y de esta resaca galopante que me llega a taladrar hasta las cuerdas vocales.
Confío, oh sí, en que así sea y en que Melendi o Ramoncín no sean sino la excepción, los dos ejemplos más que excepcionales de lo anteriormente expuesto (mejor dicho: casos perdidos). Mientras así sea, podremos vivir en la confianza de que, sí, sí, a Dios (si es que existe y ciertamente no es el mismo Dios que el de Rouco Varela u Osama Bin Laden) pongo por testigo de que tal vez podremos tener un 2011 realmente bueno. Así que, estimada/o lector/a, sé buena/o, haz el amor (mucho) y no la guerra, si bebes no conduzcas, ve por la sombra y disfruta de este nuevo año. Y que alguien me traiga una aspirina, por favor...