lunes, 3 de enero de 2011

LA BUENA NUEVA: SORDERAS TERRENALES

Filmada por Helena Taberna y siendo ésta, según plabras de la propia directora, una interpretación libre de la historia de un pariente suyo, párroco de la población navarra de Alsasua durante la guerra de España, "La buena nueva" me trajo el recuerdo del reciente álbum de Barricada, "La tierra está sorda". Y lo que es peor: si ante filmes como éste, volvemos a girar la cabeza con desdén y decimos, "otra película sobre la guerra civil" no es que la tierra esté sorda: es que nos hemos vuelto ciegos con una enfermedad de ceguera peor que la del ensayo de Saramago.
"La buena nueva" nos cuenta un episodio de dolor y soledad en medio de la angustia del conflicto. Es el dolor y la soledad de un párroco (Unax Ugalde) llegado al pueblo días antes de la rebelión militar. Enfrentado a las nuevas autoridades, a los fusilamientos masivos y la represión generalizada en un pueblo de ideas socialistas donde no hubo guerra, sino que triunfó desde el principio la victoriosa "Cruzada Nacional" contra los "enemigos de Dios", sólo encuentra consuelo en ayudar, siguiendo los principios de lo que él cree es el Evangelio, a los indefensos de aquellos días, arriesgando su vida, entre la incomprensión del obispado y la cada vez más estrecha amistad con la maestra de la localidad (Bárbara Goenaga), cuyo marido (Willy Toledo) fue asesinado tras huir al monte en los primeros días de la sublevación.
Y, sí, estamos ante un nuevo filme ideológico, de otra maldita película sobre la guerra civil. Generalmente, este tipo de afirmaciones lo realizan quienes toman como referencia cinematográfica de aquellos años "Sin novedad en el Alcázar" o "La fiel infantería" e incluso "Raza", guionizada por el "Generalísimo", o directamente pasan de todo (¿por influencia en demasía de los anteriores?). No suele pasar esto con películas como "La lista de Schindler" o "Sophie Scholl", que cuentan, aunque desde diferentes ópticas, el funcionamiento del terror nazi. Naturalmente, también se dirá que estamos haciendo una distinción "buenos-malos" en lo que respecta a nuestro conflicto y que no se ha hecho ningún filme (¿y los otros tres antes citados?) sobre lo malos que fueron los "rojos". No es que no se hayan hecho: es que son feos, mal guionizados y torticeros. Y pecan de una cosa más para que no sean recomendados desde aquí: la maquinaria de violencia en la zona republicana se desató a consecuencia del golpe de Estado que fracasó (o triunfó) parcialmente y trató de ser atajada legalmente; la maquinaria de violencia en la zona rebelde o "nacional" era un objetivo perseguido en el propio golpe de Estado hubiera o no guerra y fue bendecida legalmente (vía BOE) y por la propia Iglesia a la que aquí se la pone como quedó, como un trapo.
"Los vencedores son los que escriben la Historia. Es forzoso, por tanto, que exista otra Historia", escribió precisamente uno de ellos, Josep Fontana. "La buena nueva" enseña esa otra cara, la "cara B" de la Historia que permanece escondida entre la oficial y oficiosa de buenos y malos contada del revés, de reparto de culpas y de responsabilidades por un delito que no debió perpetrarse jamás. Y lo hace con un sentimiento general que impregna en todo momento al espectador, que le atrapa, le sobrecoge y le fascina de un modo conmovedor y emocionante, resumido en una frase que aterradoramente nos recuerda nuestra responsabilidad con los represaliados, dicha por el personaje interpretado por Ugalde: "Nadie puede devolverles la vida, pero podemos impedir que los maten otra vez con el olvido". Esta película sirve para que, mediante esta poética humana de la tragedia y la dignidad, la historia (y la Historia) que aquí se narran no caigan en el olvido. Para que dejemos de estar sordos, ciegos y, sobre todo, mudos.

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