miércoles, 20 de julio de 2011

BONOBÚS CABRÓN: LA ÚLTIMA TRACA DEL PRESI DEL CONGRESO (APUNTES SOBRE UN MISERABLE II)

Pepe Bonobús, el presidente del Congreso de los Diputados que cree ser (en sueños) Julián Besteiro y al que para espantar como un fantasma de castillo escocés o al conde Drácula no hay sino que mostrarle una bandera republicana, no tuvo mejor ocurrencia que pasar de condenar el golpe de Estado del 18 de julio de hace 75 años, en virtud del cual un gallego con muy mala follá se alzó en Caudillo de España por la Gracia de Dios (Dios con complejo de Chiquito de la Calzada, tócate los cojones...).

Para contentar a tirios (es decir, fachas nostálgicos) y cabrear a troyanos (víctimas del ínclito caudillo y sus hooligans militares y civiles), no dudó en tergiversar las palabras de Manuel Azaña, presidente de la República "democrática de trabajadores de toda clase organizada en régimen de Libertad y de Justicia", la primera vez que tal cosa se hacía en España en toda su historia como Estado moderno, para proponer un homenaje a quienes murieron por sus ideales. Según estas palabras, por "ideales" debemos entender que murieron Emilio Mola, estrellado en avión y redactor de unas curiosas instrucciones reservadas que llamaban al fusilamiento de los elementos sindicales y políticos del Frente Popular. También, como no, murió por su ideal el "señor" Manuel Hedilla, dirigente de Falange Española ejecutado por Franco que antes, en la zona nacionalista, se dedicó a hacer extraños juegos conspiratorios para hacerse con el poder. Ni qué decir tiene el alto ideal del general Queipo de Llano, que llamaba a la violación de mujeres "rojas" para que así conocieran "lo que eran hombres".

Por un ideal no luchaban los asesinos del otro lado, es cierto, los que se dedicaron a fusilar y robar por deporte (García Atadell, Amor Nuño, Los Linces de la República y las Brigadas del Amanecer). Muertos y bien muertos estén. Pero coño, dos cosas: de equipararlos en crueldad con los otros, vayan con ese hueso a otro perro más crédulo y menos leído; y otra cosa, que nada de eso hubiera pasado si los salvapatrias de siempre no les hubieran dado la oportunidad de gozar de ese poder que dan las armas. Bonobús Caducado tenía, y con él todo el Congreso, la oportunidad de condenar un alzamiento criminal contra una legalidad votada y sancionada por el pueblo y por las Cortes republicanas respectivamente. No lo hizo porque siempre es mejor estarse quieto y callado y no cabrear, él tan beato y creyente en el Más Allá, la memoria de su papá falangista. Algún día el Más Allá de los miles y miles de represaliados por la barbarie franquista (y la nazi y la italiana y la pinochetista y..., compañeros de una misma miserable sinrazón) se cagarán en sus muelas cuando pase a descansar el sueño de los justos y desde aquí celebremos que un gilipollas absolutamente prescindible como él se haya ido a freir espárragos.

Bonobús: ¡VÁYASE USTED A LA MIERDA!

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