viernes, 8 de julio de 2011

FRANCISCO GRANADOS: APUNTES SOBRE UN MISERABLE

Últimamente he decidido dar espacio en este blog a mi propia actividad literaria, por fortuna fecunda en las últimas jornadas, pero una noticia reciente volvió a elevar mi ánimo pasándolo de indignado a iracundo. Cada día encuentro a más gente que rechaza ver la televisión, postura que encuentro absolutamente comprensible, visto el panorama de abominables ratas de alcantarilla que abundan en ella.

Pero, de vez en cuando, y siempre en la dosis mínima para no sufrir ardor de estómago, es bueno observar al atajo de farsantes que aparecen en la parrilla catódica. Buena imagen esa de la parrilla, porque a más de uno habría que pasarlo vuelta y vuelta, como a un filete o como a San Lorenzo. Pero ya que estamos rechazando la violencia, más motivo hagamos para rechazar el canibalismo. Al final, la culpa será mía por enfrascarme en ver y leer las declaraciones a una panda de idiotas, desde el rey coronado por un asesino fascista del que no consiente se hable mal (esto lo saben bien Jaime Peñafiel y Pilar Urbano) y por el voto del miedo de una ciudadanía acobardada por las circunstancias, hasta el último chupatintas con cargo y gomina que se cree el rey de la selva.

Como a estas alturas, y perdónenme la expresión, se va a callar su puta madre, vamos a hablar de Francisco Granados, secretario general de los populares madrileños, como lo que ha demostrado ser: un berzotas de mucho cuidado o un perfecto capullo que, si algún día florece, no dará flor sino un cardo borriquero. ¿Qué ese capullo se lo ha montado muy bien? Bueno, lo cortés no quita lo valiente o la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Granados podrá poseer un máster del universo o mear colonia, pero su análisis de la realidad y su don de mantener la boca cerrada brillan por dos cosas: lo primero por su inoperancia y lo segundo por su ausencia. Y como él no se calla, yo tampoco.

Apenas un día antes de que el CIS, ese organismo al que sólo le guardan respeto los políticos de uno y otro signo cuando pone buena cara a la monarquía española, la constitución del 78 y el consenso democrático por el que todos chupan del bote, reflejara que un 70% de la población simpatiza con el 15-M y que la clase política es vista como el tercer problema del país, el señor Granados se lanzó a una invectiva contra los indignados y vecinos de Lavapiés que paralizaron la detención de un inmigrante por motivos claramente racistas, bajo la premisa de que “suponía una división del Estado de Derecho” (sarcasmo) fomentada por el gobierno socialista (¿otra vez la conspiranoia atribuida a Rubalcaba?) y como un “ensayo y entrenamiento” de lo que pasaría el día que su jefe de filas, Mariano Rajoy, ocupe la presidencia del gobierno (pues sí, otra vez la conspiranoia). Este consejero (o ex consejero, que tanto monta) de la Comunidad rescata, como vocero de sus voceros (a este paso, el Boletín Oficial de la CAM pasará a ser La Razón o Libertad Digital), una teoría de conspiración al estilo del contubernio judeomasónico de la época del fascismo ibérico, sección Plaza de Oriente. Y claro está, ante la suposición de la victoria del PP en las generales, haciendo ya las cuentas de la lechera o vendiendo la piel del oso antes de cazarlo, se merece llevarse ya la hostia para la que se ha preparado con tanta anticipación esa venda en previsión del porrazo. No es que quiera que le ocurra nada, pero es que este miserable, con su conducta y sus palabras, lo está pidiendo a gritos. La mejor forma de joderle será no entrar en sus provocaciones. En definitiva, que le den por culo.

Para tan inepto e irresponsable personaje, cuyas demostraciones de bocachancla son conocidas por estos lares desde los tiempos del tamayazo y la red de espionaje (trama subalterna y madrileña de la Gürtel), declarar estas gilipolleces tras detenerse una injusticia flagrante cometida por la Policía Nacional, no por la municipal ni por las Bescam que serían competencia de los departamentos gestionados por su “lideresa” Aguirre o su enemigo íntimo Gallardón, deben figurar en una antología del disparate. A los indignados se la suda, nos la suda, un gobierno que se afirma socialista y al que se le puede cantar la canción de “Cuervo ingenuo” de Krahe (“Tú, mucho partido, pero/es socialista, es obrero/o es español solamente…”) o un gobierno cuya adjetivación como popular sería una paradoja mayor que la de la liebre y la tortuga. El infierno de Rajoy no sería ni más duro ni más dulce que el de Zapatero si no enmienda la plana del malestar ciudadano y, francamente, con personas como Granados, Camps o el archipremiado Fabra, permítaseme dudar mucho que así sea. Ya será un milagro que entienda la letra de sus recetas contra el paro, como el registrador de propiedad de Pontevedra demostró, de forma bastante rocambolesca en Veo 7, le sucede a menudo.

La calle se ha llenado de gente al margen de la ley por la incompetencia del gobierno central, nos viene a decir este criminólogo de baja estofa, especialista en sacar relaciones de causa – efecto que cualquier borracho de bar provisto de dos dedos de filosofía de Torrente comentaría entre carajillo y mirada al escote de la hija del dueño. ¡Bravo! ¡Por fin el sueldo de un político está bien pagado! Ahora se da cuenta este cacho de carne con gafas de que en la calle está ese falso sindicato de funcionarios llamado Manos Limpias que, el día que hubo protestas por la bajada de sueldos de los funcionarios, ni se le vio ni se le esperaba, pero rápido se movilizó para que se juzgara a Garzón por una prevaricación más inventada que real en la causa de los crímenes del franquismo. También está en la calle, libre e inaugurando aeropuertos que no funcionan, el mentado Fabra, delincuente convicto al que le ha librado de la cárcel la prescripción de sus delitos por la incompetencia de una justicia torpedeada por la clase política. También irá para largo la causa de Camps y están en la calle las piquetas destructoras de Rita Barberá y sus policías municipales de Valencia, al asalto del Cabanyal. No digamos nada de García Albiol, orgulloso xenófobo badalonés encubierto bajo las faldas de Alicia Sánchez Camacho; de las masas socialistas que aplaudieron a los organizadores de crímenes de Estado, Rafael Vera y el ex ministro Barrionuevo, cuyos crímenes no ha condenado el PSOE ni se pide que lo haga con esa saña con que se le solicita haga lo propio Bildu; del izquierdista Torrijos y los implicados de la Junta de Andalucía en Mercasevilla; del doberman asturiano Cascos, cuyas explicaciones por los socavones del AVE a Barcelona ya nadie espera... ¡Hasta la SGAE ha sido pillada por robo a los autores, en contraste con esos anuncios en los que avisaba sobre el robo de los derechos de autor por copiarte un CD cuyo precio en el mercado es de por sí un atraco a mano armada!

Pero para el señor Granados, y si alguien a estas alturas ha lanzado las campanas al vuelo ya puede ir recogiéndolas, quien está al margen de la ley es el 15-M, nueva plaga de Egipto por impedir la detención de alguien que iba a colarse en el metro en Lavapiés. ¿Cómo? ¿Dando una patada en los huevos al vigilante de seguridad? ¿Usando una pértiga para saltar la mampara de los tornos, que ya no son de los viejos que se saltaban más fácilmente? Si esa explicación de la policía hubiera sido verdad, ¿se hubiera movilizado tanta gente por un pringadete al que han pillado en un asunto tan pequeño? Si el asunto era tan pequeño, y de orden inherente al servicio de metro, ¿por qué hubo de intervenir la policía nacional, cuya comisaría en la red de suburbano madrileño está en la estación de Sol? Son muchas dudas, excesivas para suponer que fuera un simple billete de metro y no unas redadas racistas, denunciadas hasta por una institución tan poco sospechosa de connivencia revolucionaria como la iglesia (aun a nivel de base), lo que estaban ese día poniéndose al descubierto.

Mire, señor Granados, hace tiempo que la calle dejó de ser de Fraga, y por suerte, porque si llega a ser por su política de “A rúa é minha”, pesaría sobre su conciencia de dinosaurio unos muertos ametrallados más como en Vitoria o Montejurra. Si quiere meterse con alguien cuya voluntad de cambio, pero a mejor, no a un simple cabildeo de tipo canovista (hoy conservadores, mañana liberales: cambiarlo todo para que nada cambie) es notablemente manifiesta y no como la de su partido, que busca el cambio de cromos y la caída de Zapatero mediante el ganduleo de sus menesterosos diputados y aspirantes a tal, lo mejor que puede hacer es mirarse al espejo, que no le van a faltar insultos, o dedicarlos a su rival político, que se le dan muy bien. Cómprese un saco de boxeo y desfogue su ira contra él. Folle más. Váyase a freír espárragos o a buscar setas. En resumen, y como decía Siniestro Total: en beneficio de todos (y todas), cállese.

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